

Bromas aparte (aunque no he de tomarlo como tal), desde el día 2 hasta el 18 de noviembre cojo mis vacaciones anuales para irme a Malí y Burkina Faso. Armado hasta los dientes de vacunas (a saber, fiebre amarilla, tetanos-difteria, hepatitis A, tifus, meningitis), las pastillas contra la malaria (el "malarone" y sus efectos secundarios) y un botiquín supercompleto, todas las precauciones son pocas en uno de los lugares más insalubres de África, aunque tampoco se trata de ir acojonado, sino simplemente ser consciente de ello y tomar unas mínimas precauciones.
Ya de paso, servirá para descargar un poco piernas y articulaciones, que se encuentran ahora en el momento más delicado, puesto que no han descansado ni en verano y notan la acumulación de carreras debido a la preparación para el maratón del 29 de noviembre.